Actualidad

EVENTOS Y FORMACIONES

publicaciones

Publicaciones de REDOI

Publicaciones científicas y académicas

Otras publicaciones de interés

noticias de prensa

experiencias de éxito

Delitos de odio: claves prácticas en la toma de declaración a las víctimas

Jose Luis Berrón Velasco, Experto en gestión de la diversidad e intervención social en ámbito local, En la actualidad trabaja en la Comisaría de Gestión de la Diversidad del Cuerpo de Policía Municipal de Madrid investigando delitos de odio.

Si el abordaje de la declaración testifical de las víctimas de delitos de odio “presenta algunas características distintivas específicas que los fiscales e investigadores han de tener en cuenta” (Aguilar, 2015, pág. 333)1, los casos en los que se investigan hechos de humillación, menosprecio o descrédito contra la dignidad por razones discriminatorias, como pueda ser el racismo, destacan dos hallazgos clave: organizar el recuerdo de la víctima y registrar en el atestado el impacto del menoscabo en la dignidad.

1 OBERAXE : “Manual práctico para la investigación y enjuiciamiento de delitos de odio y discriminación”.

En numerosas ocasiones nos encontramos ante un relato desorganizado. Teniendo en cuenta que el concepto “trato humillante” remite a un espacio de tiempo, más o menos amplio, durante el que se producen acciones que son percibidas de humillantes o de menosprecio. Es fundamental, pues, que la víctima pueda sentirse cómoda y disponga del tiempo necesario y materiales para hacer una descripción ordenada cronológicamente de los sucesos o hechos hostiles que ha sufrido.

Otra cuestión observable, es que las víctimas tienden a no contar el impacto que sufren por ese menoscabo a la dignidad. Es necesario subrayar el importante valor que tiene para el atestado preguntar a la víctima por cómo le afectaron los hechos que denuncia. En la práctica nos encontraremos una constelación de respuestas en las que reconocerán que no pueden dormir: que tienen flash backs nocturnos y que incluso se automedican para inducir el sueño; que han perdido el apetito y el peso de una manera significativa; que sufren alopecia desde el suceso; que se encuentran profundamente tristes, o relatan cuadros de ansiedad e intentos autolíticos muy graves incluso la idealización suicida. Para que estos padecimientos sean tenidos en cuenta como un posible nexo de causa con el trato humillante, el atestado necesita incluir, además de la descripción en la declaración, acompañarla con partes facultativos médicos o diagnósticos, lo que hace necesario ofrecer a la víctima apoyo antes, durante y después del proceso. No podemos obviar que organizar el recuerdo a la víctima, así como preguntarle sobre el impacto de las acciones hostiles que ha sufrido, es generador de sufrimiento y, por tanto, si los espacios y los tiempos adaptados son fundamentales en estas investigaciones, la orientación y el acompañamiento a la víctima, tanto por los equipos investigadores como por el tercer sector, es clave.

Las marcas del odio no son solo físicas: consecuencias psicológicas en víctimas

Mónica Pulido Valero, psicóloga y responsable del proyecto “Asistencia a personas migrantes víctimas de delitos de odio o discriminación” (Está en tu mano-Acompaña).

Discriminación, delito de odio, mensaje de odio, discurso de odio, conceptos muy sonados en nuestro día a día, pero, ¿conocemos el impacto que pueden tener en las personas que los sufren?

Sabemos que la pirámide del odio, y la escalada a través de esta, se produce en base a la formación y reproducción de los estereotipos y prejuicios contra los colectivos vulnerables. Es una parte de identidad o de ti mismo/a/e lo que determina el hecho de pertenecer a uno de estos colectivos. Es, por ello, que las consecuencias psicológicas en personas víctimas de delitos de odio o discriminación pueden ser diferentes que las que pueden darse en personas víctimas de otro tipo de agresiones.

Una de las emociones que se encuentra con más frecuencia en las personas atendidas desde el proyecto de asistencia a víctimas es la culpa. En muchas ocasiones, va seguida de la vergüenza. Estas dos emociones nacen de pensamientos distorsionados que, de manera inconsciente, se instauran en la persona agredida, pensamientos como: “debía haber actuado de otra manera”, “lo podía haber evitado”, “lo que me está ocurriendo no le pasa a tanta gente” o “no es tan importante”. Estas emociones y pensamientos pueden afectar a la autoestima de la víctima, ya que puede acabar cuestionándose su propia forma de actuar, de ser y con ello su identidad.

El miedo es otra emoción muy presente en las víctimas: a que se repita, a las consecuencias del proceso judicial, a ser juzgado/a/e, entre otros. Está especialmente presente en las personas en situación más vulnerable, como puede ser el caso de personas extranjeras, ya sea producto del desconocimiento de la ley, de la barrera del idioma… etc. También, por otro lado, el caso de las personas en situación de calle, debido a la especial falta de recursos.

Es muy común que las víctimas de delitos de odio o discriminación presenten sintomatología de trastorno de estrés postraumático, depresión y ansiedad. Ya sea una agresión física, una amenaza, un insulto o cualquier otro tipo de agresión, la persona puede vivirlo como un hecho traumático y acabar teniendo pensamientos intrusivos y rumiaciones sobre lo ocurrido, pesadillas, falta de concentración, entre otros síntomas. A esto se une que pueden sufrir alteraciones en la alimentación y el sueño o la falta de capacidad de disfrutar de actividades que antes le resultaban placenteras, entre otras.

Sin embargo, en muchas ocasiones, cuando, producto de las creencias y la cultura de la persona, la psicología no es considerada como una medicina más, las víctimas pueden manifestar haber “sufrido un ataque al corazón”, “estar muy cansadas por una posible enfermedad fisiológica” o “estar volviéndose locas”. El/la profesional ha de estar especialmente atento/a a estos factores culturales e ideológicos.

Un adecuado acompañamiento psicológico durante el proceso de denuncia va ayudar a la persona a modificar pensamientos distorsionados sobre lo ocurrido, proporcionar las herramientas necesarias para regular su estado anímico, y mejorar la autoestima, fomentando, así, la resiliencia y el empoderamiento de las víctimas.